Como si nada pasara


Jamás en mi vida creí que mis ojos verían a toda luz y color un escenario como el que hoy está presenten en los alrededores del monumento a la revolución en la ciudad de México. Tal vez fui muy ingenua y romántica al creer que todas esas imágenes habían quedado en la historia de hace 40 o 50 años en México, pero me equivoqué duramente y fue terrible salir a la ciudad y darme cuenta de lo que está pasando con mi país.

En el senado, donde unos pocos arribistas que se hacen llamar políticos, sienten que tienen todo el poder del universo y pueden cercar con vallas todas las calles que a ellos se les dé su antojo, simplemente ayer tratando de cruzar una simple y mísera calle me sentí como en zona de guerra, policías por todos lados, cercos impidiendo el paso, cientos de manifestantes acampando a unos metros, simplemente el aire, el ambiente se respiraba hostil, desalentador.

Y lo que definitivamente me cuesta trabajo entender es cómo las personas más afectadas; los residentes y trabajadores de esa zona no expresan su descontento ante una situación que es simplemente abrumadora, aún más me cuesta trabajan comprender cómo es que todos esos hombres y mujeres que por unas horas se ponen traje de policía, como quien se pone una bata para ser médico o unas herramientas para ser carpintero, tienen el valor, la fuerza y la dignidad como para defender una mano que a leguas se ve que les quitará de comer. 

¿Cómo una persona puede llegar a soportar tantos escenarios fatídicos y seguir su cotidianeidad como si nada pasara?

Hay cosas que quizá en este momento de vida no podré comprender, confío en la fuerza que da la meditación para un día poder entender la motivación de las personas por mantenerse en un estado de letargo y pasividad.

Justamente ayer salió la nota en todos los periódicos, del inminente aumento al costo del boleto de metro de 3 a 5 pesos para el 13 de diciembre. Y todavía las personas encargadas de dirigir ese sistema de transporte se dan el lujo de decir que los mismos usuarios fueron quienes aceptaron con gusto el aumento. Yo sólo me pregunto una cosa; ¿cómo puede ser posible que los usuarios de un transporte plagado de gente pobre con sueldos de miseria pueda decir que sí a un aumento? El sentido común puede responder una pregunta como esa sin mayor esfuerzo.

Gracias al milagro del Internet he podido vivir los múltiples movimientos que se han generado en tierra lejanas, movimientos de pueblos que se han cansado de tener la soga en el cuello, cansado de tener las rodillas laceradas por obedecer las órdenes de unos pocos seres humanos ambiciosos, de gente que aunque no fue a la escuela, ni tiene 2 doctorado sabe que el dinero ya no les alcanza ni para comer, gente que tiene sentido común para percatarse de que su pueblo tiene hambre y coraje de mejora. He visto cómo los campesinos colombianos se han ido a los golpes contra las políticas de Santos, que lo único que está haciendo es vender la tierra que les da comer, he visto cómo los jóvenes chilenos han defendido su derecho a tener educación gratuita y de buena calidad, he visto como el pueblo brasileño se rebeló contra los impuestos y alzas de precios para que su gobierno pudiera mantener un mundial que sólo enriquecerá  a los mismo de siempre. Y como esos ejemplos hay miles, hay múltiples, hasta en el famoso primer mundo la gente está saliendo a la calle porque ya no hay qué comer, y ¿en México?, en México he visto cómo los pocos valientes que salen a las calles son callados por los otros miles agachones, sin dignidad y por una autoridad de puño cerrado que su único objetivo es saquear más este país.

No sé hasta qué momento esta situación empeorará más para mejorar, pero me da pena y tristeza pensar cómo estaremos en 20 años si seguimos por el mismo sendero. Como sociedad hemos colapsado, me da miedo pensar qué será de este mundo cuando esos niños que hoy están viendo esta situación tan desgarradora y que la están reproduciendo en sus escuelas; al golpear a los otros, y en sus cuerpos al envenenarse con decenas de drogas, crezcan y sean a los que les toque dirigir este circo.

Hoy puedo ver y vivir cómo mi país se cae pedazo a pedazo y por más que desee mirar a otro lado, esto no me puede ser indiferente, pero veo también cómo a miles sí les es indiferente.

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